lunes, 11 de agosto de 2008

Los santos descontextualizados.


En 1917 la ermita de San Baudelio de Casillas, hoy de Berlanga, ya era Patrimonio Nacional, lo que no evitó que sus pinturas fuesen vendidas y que hoy anden repartidas por allende los océanos, mientras que los visitantes que hoy se acercan a la ermita contemplan la migajas de lo que sí fue, pero hoy no es.
Años después, en mayo de 2005, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Unlugarenelpasado a plena luz del día forzaron la puerta de la iglesia en lo alto del pueblo, y se llevaron las imágenes de los patronos del pueblo de madera policromada, probablemente del XVI, así como parte de un retablillo de posible factura plateresca, amen de la imagen de la titular de la parroquia, la Virgen de la Asunción, presumíblemente del XVII.
Datos doy de su posible datación, para hacer ver un posible valor material, que no importa o no importó a los habitantes del pueblo. En un lugar en el que hoy escásamente viven 25 personas y cuyas casas se construyeron en adobe para no llamar la atención, el valor de la iglesia y de la imagen que en ellas se veneran, no se puede ponderar.
En una gran ciudad si tu tienes un problema visitas al doctor, aquí lo más fácil es ir a la iglesia a ponerte a bien con esos santos tan cercanos que te escuchan y te dan consejos. Imágenes a las que se regala con las flores del jardín durante todos los días de verano, a las que se procesionan y se hacen partícipes de cada una de las fiestas.
La pérdida de identidad que un expolio supone para un pueblo es inimaginable.
¿Quién puede disfrutar, en su casa, en su villa, en su mansión de esas imágenes descontextualizadas?
Se llevaron las imágenes, pero el alma de las esculturas se quedó en la pequeña iglesia de la Asunción con el rezo de las gentes que aun hoy son capaces de hablar con dios.

domingo, 10 de agosto de 2008

El paseo por el bosque de San Jerónimo

Ayer fuí a un lugar de ensueño, que en mi recuerdo infantil era una gran casona.
Cuentan que varios del pueblo le compraron el Bosque de San Jerónimo al marqués de Velamazán, y que para realizar el pago de los 8.000 duros por el que lo apalabraron, fueron a Madrid en tren con el dinero escondido en sus capas (¡tiempos aquellos en los que por estas tierras aun había trenes!).
En la Casa del Guarda, en la que hubo guardas y guardesas, cuentan que había una buena piedra a la entrada, que tenía hendiduras, según la tradición porque los marqueses las utilizaban para ajusticiar, y allí cortaban las cabezas. Según otros aquello parecía más de afilar los hachos.
Parece ser que no contentos con expoliar la pequeña ermita con el retablo de San Jerónimo que se hallaban dentro de la casa, algún desalmado hasta esta piedra y otras de sillería se llevaron.
De la Casa del Guarda, hoy solo quedan hundidos ladrillos de adobe, unos viejos olmos a los que no perdonó la grafiosis, leyendas y un recuerdo infantil de un lugar de ensueño.